Plaza de Yapeyú |
Argentina
es un lugar. Está en el sur y vivo ahí, junto a otros tantos argentinos y no
argentinos que habitan su suelo. Para nuestra constitución cualquier ciudadano
del mundo puede vivir acá, y el que lo decida argentino será. No es una
ecuación sorpresiva, el argentino “promedio” es una persona abierta al diálogo,
que se preocupa por cuestiones esenciales de lo cotidiano. No se deja llevar
tanto por el mal humor y se adapta a toda la coyuntura internacional y nacional
impuesta por el sistema. Argentino es aquel que te cuenta un chiste en medio de
una catástrofe, hace humor de la muerte porque dicen que reír es sano, y para
reír hay que estar vivo. Ríe, porque si, a veces sin saberlo, sin pensar en qué
y por qué, pero sigue.
Tan sabios
son sus habitantes que saben que las crisis económicas y sociales siempre
vuelven. Porque a pesar de que en ciertas literaturas juran a este pueblo como
estático, el argentino se mueve: en sus lugares, en su barrio, en las calles,
en las aulas, en una cancha jugando al fútbol, viendo fútbol. A veces es un
nacionalista a ultranza, a veces es un exterminador de sus propios valores y
amaría una bandera ajena en su corazón.
El hombre
es dual, el argentino es su fiel ejemplo. Un mar de contradicciones nos
conforman en lo que somos. Pasan los años y se
mezclan las ideas, los sentimientos. Muchos juran que el orden se
consigue con restricciones a las libertades, otros insisten en que todo debe
ser un libre albedrío. Y esos que quieren restringir se quejan si les
restringen, y aquellos que buscan una libertad sin límites temen a la libertad
de los otros.
Pero esa
guerra dialéctica cultural que guardamos todos sus habitantes, es nuestra arma,
nos identifica y nos sostiene. Un uruguayo me dijo bajo un pinar en una de sus
playas: “nosotros admiramos de ustedes esa capacidad para saltear todas las
crisis. Eso los hace ricos”. Nuestra síntesis se acerca, pero para tan amplio
concepto vidas deberán pasar, mientras nos imaginamos para siempre dónde nacimos,
porque a pesar de todo, aunque nos coloquen el plomo en la sien no
abandonaremos nuestro hogar.
El amor es
irracional y perfecto cuando el objeto es más grande que uno mismo.